viernes, 18 de septiembre de 2009

FIESTAS TRADICIONALES EN HIGUERA DE VARGAS - LOS CARNAVALES

(Artículo publicado en la revista bilingüe hispano-portuguesa RAYA VIVA, en 2008)

Higuera de Vargas es un pueblo donde las tradiciones se han mantenido arraigadas a lo largo del tiempo y muchas de ellas perduran aún.
Una de las fiestas más típicas y donde mucha gente participa son los carnavales, las fiestas que sirven para dar comienzo al periodo religioso de la Cuaresma.
Pero los carnavales en Higuera de Vargas son especiales, en primer lugar, por la fecha en que se celebran. Desde hace muchos años, tienen lugar una semana después que las fechas oficiales, es decir, se celebran en tiempo de recogimiento, como dicen los clérigos. Y esto se viene haciendo e así para que los vecinos de Higuera puedan disfrutar de sus fiestas sin tener que elegir entre ellas y las de los pueblos de alrededor o los mismísimos de Badajoz. De esta forma los higuereños que diariamente viven fuera del pueblo también pueden festejarlos en sus lugares habituales.
La singularidad de estas fiestas, va más allá de las fechas de celebración. Y a ello es a lo que vamos a dedicar estas líneas de la revista, para que nuestros vecinos de la Raya conozcan como se festejan los Carnavales en Higuera de Vargas, que no pueden entenderse sin “El toro cesto”, “El antruejo” o “La Guerra del agua”

EL TORO CESTO

Años ha que los mozos de Higuera se disfrazaban de cuadrillas de toreros en estas épocas carnavalescas, aunque los trajes no eran de luces sino los que habitualmente se usaban en las faenas del campo, ya que la situación económica no permitía un dispendio ni de una “perra gorda” y la chaquetilla y la taleguilla eran sustituidas por pantalones y chaqueta de pana muy usadas. Pero los toreros sin el toro no son nadie, por eso, uno de los muchachos, utilizando un cesto de mimbre y unos cuernos de algún bóvido se dispone a ser el “toro bravo”. Atando las astas del toro al cesto artesano y cosiendo al mismo una tela negra que cubre al encargado de portar dicho elemento y ser el “personaje” más importante de la corrida, ya tenemos al bravo animal.
De esta guisa, los grupos de amigos recorrían el pueblo animando las fiestas y provocando la carcajada entre sus paisanos.
Esta tradición está prácticamente perdida, aunque en épocas no muy lejanas, desde el Ayuntamiento con la colaboración de alguna empresa, se intentó revitalizarla y volver a hacer de ella una de las atracciones de los carnavales y, que como es obvio, debe su nombre a los utensilios que se manejan en ella. En esos años, las cuadrillas, incluso llegaron a ir acompañados de su correspondiente picador, que en vez de sobre un caballo iba montado sobre un jumento, animal más propio del pueblo.
La participación era notable en estos eventos, si bien es cierto que era en exclusividad de los hombres.

EL ANTRUEJO

Para las mozas de pueblo se realizaba antaño, y recuperado en la actualidad, un juego bastante curioso, llamado “El Antruejo”. En él, las jóvenes del pueblo formando un corro en alguna plaza (en la de España o la del Castillo) y al ritmo de las canciones que ellas mismas cantan se van tirando de una a otra un cántaro de barro. Este era el destino que tenían las vasijas una vez que ya no podían utilizarse en las casas para almacenar el agua fresquita antes de la llegada del frigorífico.
Al compás de las canciones populares, el cántaro va de una a otra mujer hasta que alguna no puede cogerlo o se le escapa y el recipiente de arcilla se hace añicos contra el suelo. La autora del “desastre” es automáticamente eliminada. A continuación, se coge otro búcaro y de nuevo a rotar lanzado de mano en mano, hasta que el ánfora vuelve a caer. La ganadora del juego es la última que queda sin romper ningún recipiente. Y todo ello sin dejar de cantar y reír.

LA GUERRA DEL AGUA

Pero, seguramente, lo más singular de los carnavales higuereños es “La Guerra del Agua” una tradición que se remonta muchos años atrás y que condiciona el devenir de la mañana autorizada para mojar.
En esta guerra, cuyas armas son cubos lleno de agua, los más jóvenes vecinos del pueblo se organizan en grupos y provistos de baldes van mojando a cuantos vecinos se encuentran por la calle, pero no a todos, sino a los vecinos del sexo contrario. Es una “guerra de sexos” donde no se ve bien mojar los chicos a los chicos y las chicas a las chicas, si no que son los chicos a las chicas y viceversa.
El aprovisionamiento del agua se hace bien en la fuente de la Plaza o bien en cualquier vivienda que gentilmente se ofrezca para tal menester por cualquiera de las calles del municipio.
El anuncio del comienzo del “permiso para mojar” y el final de dicho tiempo se realiza mediante el lanzamiento de un cohete. El pasear por las calles de Higuera en las horas que median entre ambos momentos supone el riesgo de llegar a casa “como una sopa” y para evitar esto, las tiendas, incluso, modifican su horario de apertura para permitir a los clientes realizar las compras en horas no coincidentes con este evento.
En esos días ningún joven se atreve a salir solo/a por las calles so pena de recibir una inmensa ducha antes de llegar a su destino. Pero no sólo los grupos de amigos son los que mojan, desde cualquier balcón o ventana de alguna casa, se puede recibir una descarga de agua.
Con la llegada del mediodía y el rastro acuoso evidente en el asfalto llega la hora de hacer balance de la “Guerra” y para ello, si el tiempo acompaña y está soleado, los “soldados del agua” se reúnen en los bancos de la Plaza de España para que, mientras las ropas se secan, hacer balance de las “heridas de guerra”, de los cubos de agua que cada uno ha recibido en sus carnes.

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