viernes, 18 de septiembre de 2009

HISTORIA DE HIGUERA DE VARGAS - SITUACIÓN EN 1791

(Artículo publicado en la Revista de ferias de 2008)

El año pasado trajimos a estas páginas un repaso de la situación de nuestro pueblo en el año de 1752, cuando se contestaron las preguntas del Catastro de Ensenada. En esta ocasión, vamos a avanzar un poco más en el calendario histórico, desplazándonos casi al final del siglo XVIII, concretamente al año 1791, cuando se lleva a cabo el “Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura”, que se realizó en los 8 Partidos Judiciales en que se dividía la antigua provincia de Extremadura, cuya capital administrativa estaba en Cáceres., aunque funcionalmente era la ciudad pacense la que ejercía como tal.
El partido de Badajoz, al que pertenecía Higuera, contaba con 18.300 vecinos (cada vecino, una familia), repartidos en treinta y seis pueblos y algunos despoblados. El objetivo del amplio cuestionario que fue enviado a cada uno de los municipios de Extremadura era “indagar acerca de la realidad” de los pueblos y gentes extremeños, por parte de la recién creada Real Audiencia. Pero al igual que ocurrió con el requerimiento inquisitorio de 40 años atrás, las informaciones que los habitantes de las villas proporcionan en las 57 preguntas planteadas suponen una fuente importante de información para conocer como eran, de qué vivían y en qué condiciones lo hacían nuestros antepasados.
Las inquisiones sobre nuestro pueblo se dictan en la villa de Zafra el 11 de febrero de 1791 por parte de D. Juan Antonio de Ynguanzo, ante el escribano Tiburcio Pardo, terminándose el informe el 13 de marzo de ese mismo año en Higuera de Bargas (como seguía escribiéndose entonces), signándolo el propio oidor de la Real Audiencia, con sendos escritos del 15 y 20 de febrero del Bachiller Joachin Varon de Medrano y Josef Lavado (alcaldes ordinarios de la villa de Higuera de Vargas), el primero y del capellán Francisco Pérez, el segundo.
En la carta que acompaña a la instrucción y al interrogatorio, se hace constar que el día que visite el pueblo deberán estar a su disposición una copia de los Libros capitulares y que se demande a los escribanos numerarios o de comision que certifiquen todos los pleitos civiles y criminales en los que hayan actuado y estén pendientes o en grado de apelación.
La extensión del término era “como de media legua en quadro”, limitando con Barcarrota (a 2 leguas), Jerez de los Cavalleros (4 leguas), Zaynos (a 2), Villanueva del Fresno (a 3) y Alconchel (a 1 legua). Seguíamos estando junto a la frontera portuguesa (Olivenza con sus aldeas, Táliga entre ellas, no pasaron a la corona española hasta 1801) y el texto recoge que la villa está “a tiro de fusil con el Reyno de Portugal, en que a una legua se halla la aldea de Taliga de la jurisdicción de la villa de Olivencia”.
Nuestro pueblo pertenecía al señorío de los Vargas, como ya hemos comentado en estas mismas líneas en años anteriores. Esta situación no era aislada para nuestros antecesores, ya que la mayoría de las poblaciones del Partido de Badajoz pertenecían a la nobleza. En nuestro caso, en 1791, Higuera correspondía al “Conde de Fernannúñez en caveza de la Excelentisima Señora, su lexitima mujer, en el señorio es dueño de la jurisdiccion y del usufructo de terrazgos que produzen varias suertes de lavor de su pertenencia”. Concretamente, era poseedora Dª María Sarmiento (XVIII Señora de Higuera de Vargas), casada en 1777 con el VI Conde de Fernán-Núñez (D. Carlos José Gutiérrez de los Ríos).
El pueblo nombraba cada año “dos alcaldes con primero y segundo voto, quatro rexidores, una alguacil mayor con voto, un sindico jeneral, un alcalde de la Santa Ermandad, un ministro portero y un escrivano”. Además, el municipio contaba con “un abogado de los Reales Consexos, ningún procurador, un escrivano numerario y de ayuntamiento”. Este último tenía un salario de 3.000 reales, que se abonaban de los tributos del Concejo, ya que el resto no percibía salario por sus servicios al municipio.
En 1791, Higuera contaba con 358 vecinos (78 más que en el Catastro de Ensenada), lo que supondría unos 1.400 habitantes aproximadamente, y principalmente se dedicaban a la agricultura y la ganadería. Más del 80% del vecindario se dedicaba al sector primario. Como profesionales había “dos erreros, un errador, cinco zapateros, quatro varveros y dos sastres”. Curioso es que “no se adbierten diversiones ni vicios que puedan llamarse comunes”. Las relaciones entre los jornaleros y los agricultores, que les daban trabajo, no debían ser muy buenas, pues en el informe del Alcalde indica “en los jornaleros se nota abuso en el modo y horas del travaxo y en los medios de que se valen en los tiempos de mayor nezesidad en las tareas de lavor para ganar excesivos jornales, siendo el corriente de escarda de quatro reales, que segun las ocurrencias lo alteran a su voluntad mediante no ponerseles tasa en fuerza de la orden que lo prohive, dicho abuso consiste en no travaxar de sol asol y hacerlo muchos con pereza en notable atraso de la agricultura, sin ser facil el poderlo remediar la justicia por no grangearse un odio ymplacable, mediante a que ningun labrador se atrave a dar quexa ni aun reprehenderlos, por no ver abandonadas sus tareas, como se ha observado, tomando mania y despique con quien pone algunos medios para corregir el abuso”.
Había abasto de aceite, vino y vinagre mediante adjudicación y pago, y sin pagar tributo lo había de carne de macho (carnero) y de jabón, por lo que las necesidades más perentorias, junto a la producción de ganados en el municipio y de granos para la alimentación de los animales y para la fabricación del pan, estaban cubiertas. Se indica que los pesos y medidas de vara son idénticos a los que se utilizan en los pueblos de al lado, pero para los líquidos se utilizaban distintas, aunque no especifica cuáles son.
Unido al edificio del Ayuntamiento estaba la cárcel e incluso el pósito, aunque el regidor abogaba por dejar el habitáculo del pósito como cárcel y construir un nuevo almacén municipal, para que la zona de reclusión diese mayor comodidad y más amplitud a la casa consistorial. Los fondos del pósito eran bastante cuantiosos e incluso excesivo para el pueblo, ya que tenía 2.138 fanegas de trigo y 37.000 reales en las arcas más 24.000 reales puestos en el Banco Nacional, aunque el Alcalde indica que sería bueno reducirlo únicamente a un fondo fijo de 1.200 fanegas.
Este informe se realizaba a petición de la autoridad judicial, por tanto, una parte de la información tenía que ver con la situación de las causas judiciales pendientes. Parece que la Justicia del s. XVIII funcionaba mejor que la actual, ya que según se recoge en el capítulo 7º, sólo se constataba la existencia de tres expediente civiles de menor importancia, aunque ya resueltos, y dos causas criminales, iniciadas el mes anterior y con los presos detenidos.
En cuanto a los servicios de hostelería, la oferta era mínima, ya que “no ay mas que un meson y este en mal estado y con ninguna commodidad para hospedar mas que algun arriero”, si bien es cierto que la demanda que habría también sería escasa y como se recorre en el documento si quitamos algún arriero que anduviese por estos territorios pocos serían los que necesitarían posada y manutención ajena. El regidor municipal se quejaba del mal estado de los caminos, si bien advierte que mayor necesidad que el arreglo de éstos, es la construcción de un abrevadero para el ganado de labor y yeguar, que por lo que se desprende del texto no había, aunque unos años después se tiene constancia de que ya existía uno, así que la petición del alcalde fue atendida.
Ya en 1752 se hacía constar la importancia de las producciones locales de lino, cuestión que se repite cuatro décadas después, informando que “se ocupan mucha mugeres en hilar y texer sus cosechas de lino”.
El municipio tenia su atribución de propios y arbitrios por un montante de 24.000 reales que eran los impuestos que debía recaudar la villa, si bien se indica que no se recauda esa cantidad, sino que se obtiene lo necesario para pagar a los asalariados y contribuyentes (diezmos, etc.) del aprovechamiento de las bellotas y de la venta de las hierbas, con lo que el que no sacara beneficio de estas producciones no tenía que abonar contribución alguna.
Sólo había una parroquia y al cura lo nombraba el Señor del pueblo (prerrogativa que tenía asignada el noble que únicamente comunicaba al Obispado los nombramientos que él llevaba a cabo). No existía cementerio “ni se adbierte necesidad de el”. Se recoge la existencia de dos ermitas, la de Nuestra Señora de Loreto y la de San Lorenzo, ambas a la salida del pueblo y sin residencia de ermitaño. En la primera se celebraba la festividad de la “natividad de Nuestra Señora, donde concurre el pueblo”, con lo que podemos deducir que la actual festividad de nuestra patrona, ya era seguida por los higuereños desde hace muchos, aunque, seguramente con menos esplendor que en la actualidad
En lo referente a la educación, había una “esquela de niños de primeras letras” con un maestro que cobraba 499 reales y estaba al cuidado del ayuntamiento, lo que indica que dependía de él y se hacía cargo de los gastos. Se hace constar la necesidad de una maestra para enseñar a hilar en tornos a las mujeres para hacer los lienzos más finos y no tener que mandarlos en bruto a Portugal. El salario de esta maestra, el Alcalde que cumplimenta el cuestionario, cree que podría sacarse de los réditos del Banco Nacional y de algunos labradores.
No existía administración de correos, si bien los miércoles y sábados llegaban dos ordinarios de Badajoz, saliendo de Higuera al día siguiente, por lo que el servicio postal estaba garantizado. Existía también una administración de la renta de tabacos.
Por aquellas fechas, aún existía el Tribunal de la Inquisición (abolida en España en 1834, durante el reinado de Isabel II), si bien, en Higuera no había ningún “dependiente de la Ynquisicion”.
En cuanto a los servicios sanitarios, había un médico con un sueldo de 600 ducados y un boticario que recibía una asignación de 50 ducados, ambos de los fondos del municipio, aunque el boticario obtenía la mayor parte de sus ingresos por lo que cobraba a los vecinos por sus servicios.

El capítulo 35 recoge la producción agraria del municipio, que ascendía por quinquenio a: 6.000 fanegas de trigo, 3.000 fanegas de zebada, 500 fanegas de havena, 300 fanegas de centeno, 300 arrobas de lino, 100 fanegas de garbanzos y otras 100 de habas. El diezmo era entregado al Señor, como impuesto sobre las tierras de su propiedad, y la mitra episcopal, que recibía una novena parte de la producción. Sólo se advierte la existencia de seis huertas, aunque escasas de agua, por lo que venían hortelanos de pueblos cercanos a vender. La labor se realiza con bueyes y arados “y se venefician las mieses con el sacho y un ynstrumento que llaman grada”. La trilla de las mieses se realizaba con yeguas, por lo que no había máquina para trillar, así como tampoco molino de aceite. Estas cantidades nos hacen pensar, que aún con el poco término que se cultivaba, la producción era buena, aunque se deja constancia que se debería ganar más terreno al monte bajo.
Había terrenos de poca producción y que el Alcalde estima que sería útil “a la conservacion del monte y beneficio de pastos, el que huviese absoluta facultad para que se labrase algunos años sin canon ni nezecidad de mas licencia que la del Conzexo, porque la poca esperanza de produccion no anima a diligenzias para solicitar lizencia”. Se señala que no se repartían montes para rozar por parte de los vecinos ni tampoco existían terreros poblados de acebuches que se pudiesen injertar para luego repartir entre los vecinos, si bien el cura hace mención que se podrían realizar algunas plantaciones de olivos y viñas, como algunos vecinos han hecho en sus propiedades, aunque el pequeño tamaño del término podría ocasionar la falta de pastos para los animales. Sin embargo, ya hace 200 años, casi la mitad del término tenían un aspecto similar al actual, y era una dehesa arbolada con encinas y alcornoques “sobre cuyo aprovechamiento comun se hazen los repartimentos de todo lo nezesario para las urgencias comunes y pago de contribuciones en el modo dicho y parte de dicho monte necesita como ba expresado el veneficio de la lavor”. En el término no había montes impenetrables para el ganado y se ponía especial cuidado de no quemar el monte (ya conocían la importancia de la conservación del medio ambiente, tan de moda ahora, y que antes se hacía para salvaguardar los ingresos), salvo para aprovechar “lo menudo” de la poda, “sirviendo lo gordo para el abasto nezesario de los vezinos”, lo que indica que las taramas provenientes del corte de los árboles se quemaban y la leña abastecía de combustible sólido a los higuereños durante el invierno e igualmente se utilizaba para cocinar.
Existía la Dehesa Boyal para el ganado de labor y yeguar, aprobada por el Consejo de la Guerra y con una superficie de unas 900 fanegas de puño en sembradura, donde únicamente podían entrar a pastar los animales de trabajo, los que se utilizaban para realizar las labores del faenado en el campo.
Se hace mención a la existencia de dos riveras (seguramente, aunque no se mencionan, se referirían al Alcarrache y a Confrentes) donde se crían algunos peces, pero que no son de calidad como para establecer una veda en su pesca. No existen ríos, fuentes o pantanos de entidad en el municipio.
En lo referente a las especies de caza, se advierte que hay perdices, conejos y liebres, aunque no se observa sustancialmente la veda para ellas. Se realizaban batidas a las “fieras” en varias épocas para evitar la proliferación excesiva de éstas que eran un peligro para el ganado que se criaba en los campos. El abatir una cabeza de lobo estaba premiado con 8 ducados, la loba con 16, las de zorros (machos y hembras) con 10 y con 4 ducados si eran crías de éstas. En el año anterior a la realización del informe, en 1790, se habían cazado 1 lobo y 52 cabezas de zorros en el término de Higuera.
Las colmenas, al igual que ocurre ahora, ya se repartían por el municipio, lo que indica la riqueza floral de esta zona del suroeste extremeño también en aquella época. Se criaban y conservaban en el corcho de los alcornoques. Las abejas se alimentaban de las flores de la campiña, de la de las jaras, los jaguarzos, los tomillos y las “abolagas”. Había 17 asientos de colmena y no pagaban impuestos por su producción ya que se destinaban a los repasos y no a las ceras y miel de castaña, que si tenían su diezmo.
En cuanto a la cabaña ganadera del municipio, ya habíamos observado 40 años antes que era bastante importante. Finalizando el siglo XVIII, en el término de Higuera de Vargas había unas 10.000 cabezas de ganado lanar fino blanco, 2.500 cabezas de ganado caprino, 4.000 cabezas de ganado porcino, 500 cabezas de ganado vacuno y 76 yeguas. “Se disfrutan en sus esquilmos vendiendoese a compradores de abastos el ganado y el de zerda, por lo regular sazonandolo para tozino y vendiendolo al vivo”. Observando este censo podemos destacar que
La orientación ganadera era la principal ocupación y que los animales presentes eran muy superiores a los actuales, si exceptuamos el número de vacas y yeguas.
Existía una cantera de cal, que era utilizada para las obras y reparaciones de los edificios del pueblo.
Como informe final, el Visitador de la Real Audiencia adjunta el siguiente texto, que se incluye en su integridad, por considerarlo un buen resumen (traducido):
La Higuera de Vargas es una villa a cuyas casas se aproxima el Reino de Portugal y el término de Alconchel, no teniendo de extensión sino una legua de largo y media de ancho, a cuyo respecto es proporcionado su vecindario de 358 vecinos, para quienes cogen granos suficientes, y se agrega bastante número de ganados de todas clases, lanar, caprino, vacuno, yeguar y de cerda.
La labor se hace en tres giros en los baldíos en suertes de dominio particular.
Todo el resto del terreno se haya adehesado a pasto y bellota, repartiéndose ésta entre los vecinos por partidos a justa tasación, pero el pasto se disfruta de común sin pagar nada por todos los ganados, sin haber distinción si no en la dehesa boyal en que sólo entran el ganado de labor y el yeguar.
Las dehesas sería conveniente laborearse para limpiarse de monte bajo, con lo que se mejorarían los pastos y se aumentaría la labor, de la cual se ejecuta ahora alguna parte en término de Alconchel y del Reino de Portugal.
La sala del Ayuntamiento es suficiente y la cárcel parece segura, estando allí mismo el posito, que estaría mejor en otra casa que se construyese a propósito, para cuyo gasto sobra el actual fondo que consta de 37.000 reales existentes en arcas y 24.000 reales impuestos en el Banco Nacional, a lo que se agregan 2.308 fanegas de trigo de efectivo reintegro, del que convendrían se vendiese 1.108 para que el posito quedase reducido a 1.200 fanegas, que son suficientes para la labor y socorro de este vecindario.
Aunque han pasado más de dos siglos, la orientación productiva del pueblo poco ha cambiado. Quizás, lo único resaltable serían los olivos que rodean en la actual el caserío y que en aquella época no eran significativos. Por lo demás, la agricultura y la ganadería continúa copando las ocupaciones de antaño y los jornaleros siguen siendo parte importante de los trabajadores del pueblo.
En lo referente a los servicios, las comunicaciones han mejorado bastante, pero los profesionales liberales han desaparecido, ya que la movilidad que tenemos hoy en día, inimaginable antaño, no nos limita el poder optar a todos ellos.
Los cultivos y los ganados siguen siendo los mismos, sólo las alimañas (en el caso del lobo) han desaparecido. Ahora se hace, aunque tímidamente, lo que en aquella época se pedía, laborear las dehesas para mejorar el pasto y obtener así más tierras de labor.
Seguiremos avanzado en la historia de nuestro pueblo.

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