miércoles, 9 de septiembre de 2009

HISTORIA DE HIGUERA DE VARGAS - MEDIADOS DEL SIGLO XIX

(Publicado en la revista de ferias de 2009)

Ya hemos recorrido la situación de nuestro pueblo durante el s. XVIII en esta revistilla de ferias, utilizando para ello el primer lugar el Interrogatorio de la Real Audiencia para finales de siglo, y el Catastro de Ensenada para hacer un repaso a como estaba nuestro pueblo a mediados de esa centuria.
En esta ocasión, avanzamos un poco más en el calendario, y para ello utilizamos el Diccionario Histórico-Geográfico de España y sus posesiones de Ultramar llevado a cabo por el político español Pascual Madoz a mediados del s. XIX, que recorre todos y cada unos de los municipios españoles entre 1840 y 1850.
Desde nuestro anterior paseo por la historia higuereña hasta el momento que analizamos en estas líneas, ha ocurrido un hecho importante, ya no solo en el devenir de nuestro pequeño rincón extremeño, si no en la historia de España. En 1801 tiene lugar la Guerra de las Naranjas, tras la cual Olivenza y sus territorios pasan a la Corona española, gracias al Tratado de Badajoz. Con esta anexión, Higuera deja de ser una zona fronteriza, un hecho que ha marcado y mucho nuestro pueblo, y que hasta la incorporación de España y Portugal a la Unión Europea, ha estado presente en la vida de muchos de los higuereños que se han dedicado al contrabando, y que, quizás, pueda ser objeto de otro capítulo de la historia, que, de vez en cuando, asoma a estas páginas de la revista de ferias. La frontera española deja de situarse en “las pasaeras” y los puestos fronterizos que se situaban en las huertas a un lado y otro del Alcarrache (en Matacaballos en la parte española, y en Mampolín en la parte lusa) dejan de tener funcionalidad.
El censo era de 1.608 almas, (unos años antes, en 1826, cuando se realiza el primer Diccionario Geográfico, éste recoge para Higuera 350 vecinos y 1.711 habitantes) repartidos entre 392 vecinos (cada vecino era una familia), mientras que el número de casas llegaba a las 450, mayoritariamente de baja altura “porque no se usa sino el piso bajo”, bastante reunidas, salvo unas 50 casas que se encuentran en los barrios a unos 100 pasos, posiblemente se refiera al Toledillo. Indican que son pequeñas, mal construidas y por lo general de tierra, cuestión que no nos sorprende ya que el material constructivo más utilizado en esa época es el adobe.
En cuanto a la fisonomía de las calles, parece que eran limpias, cómodas y bien empedradas. El pueblo contaba con las mismas dos plazas que hoy, “una empedrada, en medio de la villa, de 80 pasos de largo y 60 de ancho, sin soportales” es como define la actual Plaza de España. En cuanto a la actual Plaza del Castillo se refiere a ella como “de la misma figura y extensión, sin empedrado”, en tierra, como muchos la conocimos.
Como es lógico, el pueblo contaba con casa de ayuntamiento, cárcel y escuela de primaria a la que asisten unos 100 niños y que contaba con un presupuesto de 3.300 reales de fondos públicos. En diciembre de 1841 se realizó en el colegio de Higuera un examen público de los niños realizado conjuntamente por la comisión local de instrucción primaria y el ayuntamiento, que posteriormente fue publicado en el Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz como reconocimiento a la corporación municipal y al maestro, Francisco María Garrancho, por los excelentes resultados mostrados por los alumnos y el conocimiento de las materias.
En el aspecto religioso, recoge el diccionario que cuenta con “Iglesia parroquial, dedicada a la Concepción de Nuestra Señora, con curato de primer ascenso, de presentación del señor conde de Cervellón”, ya que este noble es quién ostentaba el título de Señor de la Higuera de Vargas por aquellas fecha, y era, por mandamiento eclesiástico quien nombraba a los curas de la iglesia de nuestro pueblo. Cuenta también que existen dos ermitas, una dentro del pueblo, la del Espíritu Santo, y otra, justo a las afueras, la de la Virgen de Loreto. Aunque se hace constar que a unos 600 pasos al oeste, hay un edificio que fue iglesia con el título de San Benito, pero que en aquella época estaba dedicada a bodega de vino más un agregado para molino de aceite. Con esta descripción se está refiriendo sin duda, al convento viejo que se sitúa en la zona de los olivares, en la “cerca vieja” y que parece que tuvo muchos usos desde su construcción como convento de oración en época templaria.
Al castillo se refiere como casa fuerte, comentando de ella que es “casa pequeña e insignificante”, si bien se advierten vestigios de lo que fue estructura militar. A las espaldas de éste, se situaba el cementerio, construido en 1813.
El agua para consumo provenía de tres pozos públicos dentro de la población y otro a las afueras, ya que las otras dos fuentes o pilares que están a la salida se encontraban abandonadas. Sin olvidarnos de que ciertas casas contaban pozos en su interior de donde consumían tanto para sus propietarios como para los animales. A unos 400 pasos, había una laguna de mampostería que servía de abrevadero para los ganados, y que seguramente sería la que todos conocemos como “la laguna”, en la salida hacia Zahinos.
Los límites eran los mismos que los actuales, ya que en aquella época Olivenza había pasado ya a dominio de la corona española, si bien la extensión que recorre Pascual Madoz en su diccionario geográfico es menor de la actual, al situarla en 6.600 fanegas.
El curso del Alcarrache, era “rápido y paso peligros en tiempo de lluvias”, aunque ya se interrumpía en verano, quedando reducido algunos charcos que servían para abrevar el ganado y cocer los linos. En sus orillas había 8 molinos harineros, por lo que después de esa fecha debieron construirse alguno más pues el número de los restos que se encuentran es mayor de este número.
Predominaban los montes de encinas y alcornoques, como es obvio, ya que gran parte de los árboles que hoy podemos contemplar, ya existían hace 150 años. Las bellotas se utilizaban principalmente para alimentar el ganado de cerda y la madera se usaban para la fabricación de aperos de labranza y como combustible para los hogares.
Los caminos hacia Olivenza y Jerez tenían la catalogación de carreteros, y el resto de herradura, aunque todos ellos en mal estado. Por ellos venía el correo desde Badajoz tres veces por semana.
En cuanto a la producción, la normal y habitual antes y ahora: trigo, cebada, avena, garbanzos, habas, centeno, lino, aceite, vino y bellotas. Mientras, la cabaña ganadera estaba compuesta por cerdos, ovejas, vacas, cabras, algunas caballerías, sin olvidar la “caza menuda, mayor y animales dañinos”.
Sobre los industriales y profesionales a mediados del s. XIX, cuando se realiza esta publicación en Higuera había dos prensas para aceite, ocho molinos harineros, cuatro tahonas, y personas dedicada al hilado de lino y tejido para el uso de los labradores.
Con la producción de granos del municipio es suficiente para el consumo del pueblo, mientras los vinos se traen de Olivenza, Almendralejo y otros pueblos. Fuera del pueblo se vende la lana en sucio y el ganado de cerda, que es la principal riqueza con que contaba nuestro pueblo.
El capital de producción que estimaba el autor para el municipio era de 3.366.875 reales, mientras que los impuestos satisfechos eran 283.091 reales y la contribución es de 23.418 reales y 2 maravedíes (casi el doble de lo que indica el primer Diccionario de Miñano). El presupuesto municipal se situaba entre 22.000 y 24.000 reales, que se cubren con los fondos del ayto provenientes de la venta de las bellotas de seis dehesas pobladas de encinas y alcornoques.
Dos de estas fincas, tenían una cabida de 1.200 fanegas arboladas encontrándose divididas en suertes de labor de dominio particular. Otra finca de unas 800 fanegas, de las que sólo la mitad eran arboladas, y toda “de propios”. Otra de 1.400 fanegas, el arbolado es de arbitrios apropiados y el suelo y pastos de común aprovechamiento. Una quinta con la misma superficie solamente con encinas y sin labrar en la que los árboles corresponden a “baldíos o común aprovechamiento”. Finalmente otra de 500 fanegas que se labra por parte de los dueños, mientras las encinas son de aprovechamiento común. Todas estás dehesas, con abundante vegetación y matorral, “están al cuidado de un empleado nombrado por el gobierno político y bajo la inspección del ayuntamiento”.
La única referencia histórica es que la villa ha sufrido gran despoblamiento y muchas calamidades durante las guerras con Portugal, cuestión que nos recuerda que las tropas del ejército portugués arrasaron nuestro pueblo en 1643, al igual que la mayor parte de las poblaciones que nos rodean, y en cuyas luchas ya nos detendremos en otra ocasión.
Por ahora, lo dejamos aquí.

1 comentario:

  1. Es el mismo texto de la revista, pero nada que ver con el formato y las fotos en azul

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